La Olimpiada, cargada de emociones desde el primer día, nos llenó de esperanzas con nuestras guerreras del fútbol, arqueros, judokas y boxeadores. Sin embargo, los resultados no estuvieron a la altura de las expectativas. La cosecha de medallas no se comparó con la de Tokio, y mucho menos con el punto más alto alcanzado en Londres 2012. El desempeño en la capital francesa dejó un sabor agridulce en los corazones colombianos.
Nuestros atletas llegaron a París con la misma determinación y espíritu que los caracteriza. Mariana Pajón, la reina indiscutible del BMX, intentó añadir otro triunfo a su legendaria carrera, pero el podio esta vez le fue esquivo. Junto a ella, otros veteranos buscaron una última hazaña antes de despedirse del deporte, pero la competencia fue feroz y, aunque lo dieron todo, los resultados no los acompañaron.
Por otro lado, emergieron jóvenes promesas como Ángel Barajas. Siendo realistas, nuestras expectativas en gimnasia no eran altas; este deporte, dominado por chinos, japoneses, coreanos y estadounidenses, rara vez nos permite soñar. Y, claro, también estaban aquellos que apenas lograron las marcas mínimas para clasificar. A pesar de su entusiasmo y esfuerzo, sus registros aún distan mucho de los mejores del mundo. Sin embargo, su participación en París 2024 les brindó una valiosa experiencia que, sin duda, será fundamental para su crecimiento.
En muchos deportes, nuestros atletas se midieron con la élite mundial, lo que hizo aún más difícil la posibilidad de ganar una medalla. El tiro con arco, por ejemplo, es un dominio casi exclusivo de los coreanos. En otras ocasiones, la fortuna simplemente no estuvo de nuestro lado; detalles minúsculos y decisiones arbitrales marcaron la diferencia entre la gloria y la derrota.
No podemos reprochar a nuestros deportistas por los resultados. Ellos pusieron todo su esfuerzo y dedicación en cada competencia. Quizás el lunar más notorio fue el caso del ciclista Fernando Gaviria, quien aceptó participar a sabiendas de que no era parte del ciclo olímpico, en detrimento de Juan Esteban Arango, quien había contribuido más para conseguir el cupo olímpico. Pero este desempeño general nos invita a reflexionar sobre el apoyo y la estructura que nuestros atletas necesitan desde el comienzo de sus carreras.
Si queremos que Colombia vuelva a brillar en el medallero olímpico, necesitamos un cambio profundo en la forma en que apoyamos a nuestros deportistas. No se trata solo de prepararse para Los Ángeles 2028, sino de un compromiso constante desde las primeras etapas de formación. Las escuelas deportivas deben contar con tecnología de punta, entrenadores capacitados, nutricionistas y psicólogos. Además, es vital que los atletas reciban compensaciones adecuadas que les permitan llevar una vida digna, tanto para ellos como para sus familias.
Es fundamental que cuenten con seguros que los protejan en caso de lesiones, para que puedan continuar con una vida plena y productiva. La formación deportiva debe ir acompañada de una educación profesional sólida, de modo que, al concluir su carrera deportiva, puedan llevar una vida digna y contribuir a la formación de futuras generaciones de atletas.
Es evidente que la dirigencia también tiene una gran cuota de responsabilidad en estos resultados. Han pasado cinco años desde la creación del Ministerio del Deporte, y lo único que parece haber crecido es la burocracia: ministro, viceministros y un sinfín de personal que desvía recursos esenciales del deporte. Como siempre, la delegación colombiana parecía más numerosa en dirigentes que en atletas. Y para colmo, ahora han reducido los recursos destinados al deporte, mientras promulgan que los jóvenes deben hacer actividades que conduzcan a la salud física y mental. Una contradicción evidente.
Si aspiramos a mejorar, el camino no será sencillo, pero París 2024 nos deja muchas lecciones. No solo debemos clasificar con más deportistas, sino mejorar sus marcas. Nuestros atletas ya tienen las cualidades necesarias: son valientes, dedicados y talentosos. Con el apoyo adecuado, pueden alcanzar grandes logros y devolverle a Colombia el lugar que merece en el panorama olímpico mundial. Ahora, más que nunca, es el momento de invertir en nuestros jóvenes y brindarles las herramientas necesarias para que puedan brillar en Los Ángeles 2028 y más allá.
Colombia puede y debe soñar con un futuro olímpico lleno de éxitos. Esta es la oportunidad para renovar nuestro compromiso con el deporte y con los atletas que nos representan con tanto orgullo en el escenario mundial.