domingo, 23 de noviembre de 2014

Los artistas del semáforo disminuyen las cifras de desempleo

El gobierno colombiano muestra cifras de desempleo que parecen muy alentadoras, sin embargo en los indicadores se incluye el empleo informal. Dentro estos empleados se encuentra que muchos de esos colombianos tienen como lugar de trabajo el semáforo, se aprovechan de los treinta o más segundos que permanece en rojo; sus clientes: los conductores de carros detenidos por obligación.

En los cruces de calles encontramos los que permanecen horas y horas por ahí, casi siempre bajo un sol abrazador, se nota en sus rostros que no tienen con qué para aplicarse el bloqueador. Algunas de estas personas esperan llamar la atención al ocasional conductor de carro que ha asegurado la parada aplicando el freno de mano, o que quizá subió el vidrio de la ventana de su vehículo por prevención o para evitar la interacción con el exterior. Entre los carros se vende, se pide limosna, alguien ofrece un espectáculo, quizá un lisiado, otro que parece ciego porque lleva un lazarillo, uno más que lleva un arrugado cartel con un mensaje escrito a mano y tinta algo diluida, nos hace saber que es desplazado; en últimas, muchos esperan que se compadezcan de sus carencias. En cualquier caso esperan que la respuesta sea la misma, una moneda - limosna-. Otros, sin embargo, de manera  más valorable, aspiran hacer una venta: la de un dulce, una fruta exótica, un bolsa para la basura, la bandera nacional cuando juega la selección o celebramos las fiestas patrias, cualquier artilugio para el vehículo o la casa, y el que tiene montado un espectáculo para ganar un centavo.

Este último, es un trabajador del semáforo, el artista callejero, que utiliza como escenario el marco que generan las luces rojas del semáforo vehicular en la parte superior y las verdes del semáforo peatonal por los costados; sin pagar el gasto energético de los leds*, aprovecha los cambios programados para adornar su actuación. Treinta o más segundos que deben suficientes para lograr llamar la atención de los espectadores, y convencer para que le paguen por su acto.

Uno de estos "shows", es el del malabarista con tres o cuatro machetes que hace danzar en el aire. El sonido metálico hace que la mirada de los pasajeros de los vehículos y la del ciudadano que casualmente pasa por allí se fije en el espectáculo y admire o sencillamente sienta algo de escalofríos por algún fortuito fallo. Terminada su actuación, cien, doscientos, y con menor frecuencia quinientos pesos, aparecen por las ventanillas de los conductores para dar un reconocimiento a su trabajo. Las luces cambian, la satisfacción del artista se siente por lo recibido, un breve descanso y un nuevo público estaciona para ver al desconocido artista. La luces amarillas indican que los espectadores se renovarán. Si estuviéramos por ahí mucho tiempo, los recambios de público serán incontables.

En otra parte de la ciudad, las mismas luces rojas, verdes y amarillas adornan otra actuación: la de dos acróbatas, una chica de cuerpo no tan estilizado, con una sonrisa permanente, algo de maquillaje llamativo, y un hombre de atlética apariencia, que con fuerza y precisión, asegura no solo la integridad de la niña, sino realizar una arriesgada maniobra para lograr un acto más espectacular. La respiración se contiene por la ejecución de estos acróbatas, con tranquilidad se observa que todo ha salido bien. Culminada la actuación extienden sus manos entre los carros, esperan su recompensa.

Muchos semáforos, muchos lugares de la ciudad, disfrutan al mismo tiempo de cientos de espectáculos. Bailarines, artistas de circo, más malabaristas, quizá la excepción sea la del tragafuegos que debe esperar que la noche llegue para que la visibilidad de esta tea humana sea más llamativa; la boca de este personaje despedirá una y otra vez una bocanada de fuego. Al final el desagradable sabor del querosene será compensado con una moneda, haciendo olvidar el aliento a combustible. Eventualmente alguna herida hará pensar en el abandono, sin embargo podrá más la necesidad de alimento para quienes le esperan en casa.

Muchos de estos "artistas" no terminan su actividad en los semáforos, continúan en sus hogares practicando, repitiendo, perfeccionando, garantizando un pago, y en otros, la propia vida de sus familias.

Aunque es agradable apreciar la destreza de estos colombianos que deben acudir a una calle para ganar el sustento diario, desilusiona que el Estado no pueda cumplir con las promesas de creación de más empleos y sí que se favorezca más a otros que quieren vivir de subsidios y hacen menos por el trabajo.

*Diodo de material semiconductor que emite luz al aplicar una tensión eléctrica, y que se utiliza para componer imágenes en pantallas de diversos instrumentos, como calculadoras, relojes digitales. RAE

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sábado, 1 de noviembre de 2014

Nuestra sumisión ante los decadentes nobles

Durante varios días le hicimos venia a un cuestionado príncipe, Carlos de Gales, al que ni siquiera su misma madre le tiene la confianza para asumir el poder, y que pueda ser un digno rey. Nosotros, por el contrario, por poco le ponemos alfombra cubierta de orquídeas. Eso sí, complacidos porque serían pisadas por un poco elocuente noble.

Cuando se vieron las primeras imágenes de los visitantes, el recuerdo de muchos colombianos evocó a la princesa Diana, destacada por sus buenas actuaciones, y la del mismo príncipe Carlos, mostrando a su amante Camila, hoy la duquesa de Cornualles; oficialmente la esposa real.  Por esta razón, muchos de sus propios conciudadanos no tienen y seguramente no creen en ella para suceder a la reina.

A la llegada de Carlos de Gales, el ejército le hizo honores de estado. Nuestra canciller, María Ángela Holguín, le dio la bienvenida y la correspondiente venia. Después el presidente Juan Manuel Santos recibió al noble príncipe en la casa de Nariño - el sitio en el que muchos de nuestros compatriotas en la reciente historia han querido como los reyes; perpetuarse en el poder -. En el misma palacio, el presidencial, se le ofreció una cena a la pareja británica, las mesas cubiertas con los mejores manteles - planchados para reducir algo nuestra arrugada imagen - y la reluciente porcelana de la Casa de Nariño, que se opone al brillo de muchos de nuestros líderes político.

Mientras los visitantes disfrutaban del postre en la casa presidencial, muchos colombianos sufrían el rigor del invierno y la prensa mostraba las actividades no sanctas de uno de los hijos del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Luis Gabriel Miranda que, durante la espera de su "esquema de seguridad" y a su padre, quien utilizaría todo su poder para sacarlo del problema, pacientemente hacía sentir a los policías que tenían menos valor que varios ceros a la izquierda, justificando sus actuaciones y el mal uso de los bienes del Estado Colombiano.

En la agenda real estaba señalada una visita a Caño Cristales, en la Sierra de la Macarena. Nuestro presidente desplazó toda una comitiva de ministros, militares y muchas personas, muy importantes eso sí, para el gobierno. La "elocuencia" del señor Carlos de Inglaterra, no riñó con la del presidente Santos. Mostramos la belleza de nuestro país, vedada para muchos colombianos, por el dominio de los administradores de nuestras selvas.

Afortunadamente la visita terminó, Carlos y Camila salieron por Cartagena de Indias, seguramente caminaron por los sitios que impiden ver las desigualdades de la ciudad amurallada.

Los medios no fueron inferiores al gobierno, dedicaron minutos, muchos minutos a destacar la visita, mostrando las virtudes de la pareja "real" y aplaudiendo con sus notas porque el señor probó - no comió - chontaduro, bebió jugo de feijoa, y  se llevó a su "noble boca" la uchuva.

¿Qué logramos con la visita de "sus majestades"? Habrá que esperar el resumen presidencial y lo que nos costó. Entre tanto, estaremos corrigendo los errores que hemos cometido con nuestros nobles visitantes, para que cuando lleguen otros, los pongamos en los lugares de los que no hemos podido y tal vez no queremos bajarlos, desde la misma conquista.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Quién habla en nombre de los gallos de pelea?

Dos medidas adoptadas por alcalde mayor de Bogotá han sido aplaudidas por unos y rechazadas por otros. La primera; prohibió las corridas de toros en la Plaza Santamaría, y la segunda; retomó una iniciativa del alcalde de Medellín, Alonso Salazar, cambiar el destino de los caballos carretilleros. Como reacción a la medida sobre los toros, los taurinos entutelaron la decisión, porque vieron vulnerados su derechos. El tema ha generado promesas como la del Alcalde: "Petro, aseguró que se retiraría si volvían las corridas en la Santamaría", con seguridad lo cumplirá cuando termine el periodo para el que fue elegido.

En medio de la polémica sobre las corridas de toros en Bogotá están los ciudadanos, los que apoyan la decisión del Sr Petro, el aficionado que asiste a la fiesta taurina y los que quieren el bienestar de los animales - al parecer la mayoría -. Unos más, piensan que el loable esfuerzo por impedir que el toro sea maltratado, debería ser incluyente con otros animales como perros, gallos, caballos y animales salvajes utilizados en los circos. Porqué no conseguirán la misma atención? Quizá porque los que van a verlos, o apuestan, no son los mismos en clase social a los que ocupan los palcos de la plazas de toros o que hacen parte de las peñas taurinas.

ROUNDHEAD (Cabeza redonda)

Uno de esos animales sin defensores tienen un peso cientos de veces menor que el de un toro de casta. Eso sí, también son elegantes, estilizados, caminan en dos patas, un cuerpo emplumado vistosamente, ojos muy atentos y de movimientos rápidos, no parece agresivo ni peligroso; son los gallos de pelea. Quizá los agresivos y peligrosos sean sus dueños, quienes los ponen a luchar en algo que se asemeja a un ruedo.


Los gallos de pelea son entrenados para matar. Mientras su dueño-entrenador se beneficia del sufrimiento del gallo. El perdedor cae muerto o queda mal herido en la arena. El triunfador herido probablemente reciba un tratamiento para recuperarse, prolongar su vida y volver a la arena, sin embargo habrá una última lucha en el que el gallo que hizo ganar dinero a su dueño, muera degollado por las mortales espuelas de su opositor. 

Sea la primera o la última lucha, las hurras, maldiciones, o caras de alegría, serán la reacción entre los ganadores de las apuesta o de enfado porque la vejez o debilidad influyó en la derrota e hizo que los bolsillos salieran con menos dinero.

El sangriento espectáculo es el mismo en los cientos de galleras que pululan por nuestra geografía. Con las licencias que hagan falta, Asogal y de hecho en su artículo 7o se relacionan la consabidas excepciones de nuestras normas, se avalan las riñas de gallos. Miles de gallos mueren en combate - riña - iniciado por los "racionales" humanos que amparados en la Ley, disfrutan, se lucran y al final dejan coloreada la arena con sangre y tapizada de plumas.

Mientras otros animales han llamado la atención, será posible que los defensores de animales hagan las mismas cruzadas (se enfrenten a la policía), se planten en la entradas de las galleras para promover que este negocio de muerte se extinga y que posiblemente se aprecie la belleza de estos animales. A diferencia del toro de casta, los gallos podrían ser mascotas, con lo cual sus criadores seguirán ganando dinero - no en la misma proporción -.

Las asociaciones defensoras de animales con certeza saben de la existencia del negocio de riñas de gallos. Creo que la defensa de animales y lo que llaman derechos de los animales no deben ser cuestión de leyes o decretos, debe ser de conciencia.


!!Fin a cualquier negocio que se lucre de la muerte en combates de animales!!
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miércoles, 20 de agosto de 2014

Condenados a una administración por herencia

Se confirmó, el pasado 7 de agosto los colombianos iniciamos un nuevo  periodo con herederos presidenciales, 4 años más con Juan Manuel Santos Calderón, hijo de Eduardo Santos Montejo y hermano del expresidente Eduardo Santos Montejo. La toma de juramento lo hizo otro heredero del congreso, José David Name del clan Name Terán. En la vicepresidencia, acompaña a la primera magistratura, Germán Vargas Lleras, nieto del expresidente Carlos Lleras Restrepo. El vice tiene cuatro años para que los colombianos "reconozcamos sus logros",  y lo elijamos en el siguiente periodo, seguramente primará su estirpe.

En el equipo de trabajo, el presidente decidió o tuvo que nombrar en Planeación Nacional a uno de los jóvenes delfines: Simón Gaviria, hijo del expresidente Cesar Gaviria Trujillo - quien defendió vehementemente la campaña reeleccionista en su momento más crítico, su trabajo rindió el rédito correspondiente -. Otro más de la tradición y los compromisos políticos, Aurelio Iragorri, nombrado Ministro de Agricultura, hijo de uno los eternos "honorables" senadores y nieto del expresidente Guillermo León Valencia.

Esta relación de administradores del estado con expresidentes no es nada nueva. Atrás en el tiempo, la historia ya se ha repetido. Otras familias aparecieron en el ejecutivo: López, Lleras, Pastrana, y la cuenta llega a 38 presidentes que han tenido alguna consanguinidad.

Pero no solamente en el ejecutivo están nuestros brillantes administradores con parientes en la historia republicana de Colombia. En el Consejo de Bogotá, muchos de los "honorables" concejales son veteranos, ninguno tuvo o no les reconocieron los méritos para asumir la presidencia. En cambio, el joven, Miguel Uribe Turbay, fue nombrado para presidir el Concejo; 25 años, estudiante de pregrado, sin experiencia política - apenas comienza -, ni relacionado con el Concejo. Su "plus": ser nieto del expresidente Turbay Ayala. 

Si hacemos una mirada retrospectiva en las bancadas del poder legislativo, los apellidos se repiten, y no porque sean de los apellidos más comunes del país (los Rodríguez y Gómez), no, esa no es la razón; son hijos, hermanos, nietos, sobrinos y toda vínculo que podamos imaginar. Están relacionados con los Araújo, Char, Name, Guerra; unas de las muchas eternas familias del congreso.

En otros países el tema quizá se repite, eso sí, con menos frecuencia. Por citar solo un ejemplo en la historia reciente de Estados Unidos de América, dos familias han tenido políticos renombrados: la familia Kennedy, con un presidente y senadores; los Bush, padre e hijo, presidentes.

En nuestra Colombia, ¿acaso hemos heredado la tradición de la nobleza española, que independientemente de sus capacidades intelectuales han gobernado por siglos o por lo menos han fungido de tal condición en su nación? La respuesta: las pocas nobles familias colombianas nos administrarán por siempre. En un futuro no muy lejano, volveremos a tener otro presidente Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe de la familia Uribe Vélez, o Uribe de la familia Turbay...

De acompañarnos la suerte, algún día, uno de esta descendencia será reconocido por sus méritos y capacidad para administrar el país, y no por sus genes, lo cual es poco probable. Lo que con certeza seguirá ocurriendo, es que para enmascarar sus ancestros, le ayuden a conseguir el apoyo de su predecesores, que le permitan otorgar favores a su región - que quedan endeudadas y comprometidas políticamente -, con seguridad en detrimento de otras regiones más necesitadas o que utilicen las regalías. En inversiones personales, o como en los últimos tiempos, se haya extendido la suficiente mermelada para endulzar su propias aspiraciones. 

Pese a los innumerables perjuicios causados en toda la geografía colombiana, por ejemplo, los  consumados en nuestra capital Bogotá, por dirigentes ya muy conocidos desde su niñez, los nietos del General Rojas Pinilla - alcalde y senador - que estaban haciendo camino hacia la Casa de Nariño, seguiremos en lo mismo. En poco tiempo olvidaremos y, considerando que "merecen una segunda oportunidad", seguiremos eligiendo a estos delfines y la historia colombiana será muy corta en nombres y en realizaciones.

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domingo, 10 de agosto de 2014

La cultura graffiti, un hobby de alto riesgo

En muchas ciudades hemos pasado de unos muros plagados de publicidad repetida, que invitan a conciertos, nos avisan de fallecimientos, - en la mayoría, sino todos, de desconocidos -,  perros que se buscan;  a otros llenos de colorido, con mensajes sociales, o de proclamaciones de amor, y en muchos más, posiblemente insultantes. A estas pinturas o mensajes, es lo que han llamado, "el arte urbano o graffiti".

El llamado graffiti ha cobrado una inusitada importancia, por el número y por el tamaño de la pinturas o mensajes, plasmados en muros en los que, jóvenes, y
Escenario de Diego Felipe Becerra
mayores,  estampan sus manifestaciones 
. Esa importancia ha sido potenciada por acontecimientos nada deseables de la vida nacional, no por el graffiti mismo, sino por la muerte de algunos de sus representantes. El primero, un bogotano, Diego Felipe Becerra,  muerto hace ya tres años, al parecer, cayó asesinado cerca a una de sus obras. Por ahora la trama con la que se encubrió el crimen, no ha logrado desvelarse completamente. El segundo Israel Hernández, muerto por el uso desmedido de la fuerza policial, era un joven colombiano residente en Miami. Las autoridades policiales presentes han intentado justificar la muerte, la razón, fue sorprendido,  - el 6 de agosto de 2013 - pintando graffitis en una pared exterior de un local abandonado de Mc Donalds en Miami Beach. El caso no se ha podido cerrar,  la policía no ha aportado lo que le corresponde. Un tercero, Justin Bieber, cantante canadiense, que a su paso de trabajo por Bogotá, fue autorizado para fungir de miembro de esta cultura, su intención llamar la atención a toda costa, hizo unos graffitis en la calle 26, por equidad con los graffiteros colombianos, han sido borrados, al final su logro, una muerte artística.
Gritos por la justicia
Bogotá puede ser una de las ciudades colombianas donde más se ven los graffitis. Pero ¿dónde surge la expresión?, el diccionario Oxford la define como: escribir o hacer dibujos garabateados, rayando o rociado pinturas ilegalmente en una pared u otra superficie en un lugar público.
Para el diccionario del arte, el término es aplicado a una disposición de marcas, que desde la institucionalidad son ilícitas, en las que ha habido un intento de establecer algún tipo de composición coherente: esas marcas son hechas por un individuo o individuos (en general nos son artistas profesionales ) sobre una pared u otra superficie que suelen ser visibles al público (1), sin embargo el origen se remonta a los años 60 en New York, el primer "artista" del graffiti firmaba TAKI 183 (2), un joven mensajero de nombre Demetrius que pintaba su firma en los sitios donde hacia sus entregas, a partir de ahí, otros lo imitaron.

Los que siguieron a este neoyorquino, hoy por hoy, se les ve "armados" con un aerosol, vestidos en sudadera con capota y visera, prendas necesarias para ocultar su identidad, habrá algunos que se amparan en la oscuridad de la noche, otros más, la soledad de los muros, o las construcciones abandonadas, lo común, sus diseños bajo el brazo, en un colorido cuaderno.
Av. Ciudad de Cali- Cerca Juan Amarillo
Los graffitis, en general no se ciñen por reglas artísticas, expresan la libertad del autor, por esto, algunos son verdaderamente complejos y otros, frases muy sencillas, en muchos casos expresan; gritos de violencia, en otros; afecto, en muchos más; una forma de hacer oposición.

Las obras que pintan, muchas sino todas, han sido pintados sin obtener los permisos, cargadas de la adrenalina que produce lo prohibido. Tener una autorización haría que se caiga en el muralismo.

Templo Copacabana - Bolivia
La fuerte influencia que han logrado en las ciudades ha hecho que entre los mismos graffiteros, respeten sus creaciones, el público consciente que es casi imposible contener el movimiento, ya no los borran con pintura, u otros, como la Iglesia de Copacabana de Bolivia,- noroccidente bogotano - permitieron pintar uno, que hace un homenaje a la belleza y gracia de la mujer,  la curia estaba llena de otros tantos dibujos que denotan suciedad y  superpuestos.

Av. Cali, cerca al humedal Juan Amarillo
En otros han permitido que los particulares diseños arquitectónicos de algunos sectores de Bogotá, se mezclen con las formas, colores y diseños.


Tunja-cerca al Poso de Donato
Al recorrer los temas de los graffitis pueden ir desde el incoformismo, hasta los gritos de lucha, esto cuando se evidencia alguna temática explicita. En otros la complejidad en el diseño parece ser la idea a seguir del artista urbano, en otros la imaginación cuando se pintan mundos que solo existen en el pensamiento del creador, animales mitológicos o una mezcla de mundos, que solo con una explicación del graffitero podría entenderse.

El impacto ha ido tanto en aumento, que en un evento que congrega a los lectores bogotanos, la Feria del Libro de 2011 los invitó a pasar del anonimato al reconocimiento popular, asignándoles espacios para que se reconozcan sus diseños: muestraron sus técnicas, procuraron que les comprendiera la complejidad y sin la presión de la clandestinidad, bajo un aerosol rápido y seguro, sus obras fueron apareciendo y la admiración expresada en los rostros del público.

Como quiera que sea, muchos colombianos, detenemos nuestras miradas desde el transporte público, los trancones, o simplemente desde la caminata casual, apreciando en muchos casos, en otros despreciando, y con seguridad, muchos más con indiferencia.

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1.-Graffiti Definition: The Dictionary of Art . Disponible en: http://www.graffiti.org/faq/graf.def.html
2.-Historia del Graffiti. Disponible en: http://magotwo.ohlog.com/el-arte-del-graffiti.oh39682.html

jueves, 31 de julio de 2014

Los huecos en las vías, trampas mortales

Al caminar por la calle, viajar en transporte público —sin importar cuál—, conducir un vehículo particular o, más recientemente, una motocicleta, uno se expone a diversas situaciones peligrosas. Esto no se debe exclusivamente a los transeúntes o a la interacción con otros vehículos, sino al deplorable estado de las vías en Bogotá, y posiblemente en muchas otras ciudades. Un hueco profundo, una tapa de alcantarilla desaparecida o un parche mal hecho que quedó como un resalto —taparon un hueco a medias—, son algunas de las problemáticas más comunes.

El estado actual de las vías exige una mayor atención a los múltiples factores de riesgo, siendo los huecos el más frecuente. Si uno logra esquivar alguno, eventualmente caerá en otro que se encuentra oculto —generalmente lleno de agua—. El impacto es inevitable y la reacción inmediata viene acompañada de interjecciones nada amables hacia los administradores del Distrito Capital. Este golpe inesperado puede ocasionar que un rin necesite ser rectificado, una llanta reviente o incluso que un amortiguador deba reemplazarse —o peor aún, los dos—. En casos más graves, estos incidentes pueden causar lesiones permanentes o incluso la pérdida de vidas. Para fortuna de los responsables de las vías, esto significa un usuario menos en las calles. Esta situación ocurre con tanta frecuencia que quienes no la padecen quizás ni siquiera la imaginen.

Después de que la rabia inicial disminuye, el usuario afectado se pregunta: ¿quién es responsable del mal estado de las vías? ¿Quién responde por los daños causados a los bienes debido a estas condiciones? Y más aún, ¿a dónde va a parar el dinero recaudado por los impuestos que se pagan por el uso de los vehículos y el consumo de gasolina?

Las respuestas, con toda probabilidad, se encuentran en los tribunales, donde muchos de los responsables de la construcción de las vías se defienden, justifican la desviación de recursos, el uso de materiales de baja calidad o, sencillamente, los estudios mal realizados.

Pero, ¿dónde están las instituciones que deberían defender a los ciudadanos? La personería, la Defensoría del Pueblo, los representantes elegidos: congresistas, diputados y concejales, a quienes en su momento se les creyó. Y, por supuesto, la conciencia oscura de quienes no cumplen con sus obligaciones.

Una de las grandes frustraciones para el ciudadano es que, si no paga los impuestos dentro de los plazos establecidos, enfrenta sanciones y cargos por mora. No obstante, cuando la administración incumple con el uso adecuado de los recursos recaudados, no existe compensación alguna.

¿Qué tiene que suceder para que los administradores de la ciudad no solo reconozcan el problema, sino que actúen al respecto? Tal vez, que alguien cercano a procuradores, ministros o cualquier figura pública relevante caiga en un hueco. Entonces, las indemnizaciones no se harán esperar. Se desplegará un operativo para encontrar al responsable del robo de la tapa de alcantarilla —si es que fue la causa del accidente—, con una jugosa recompensa para quien lo denuncie y permita resarcir el daño causado a uno de nuestros "líderes públicos".

Finalmente, lo que sí hacen con rigurosidad los organismos de control es indagar en las bases de datos para detectar a los ciudadanos que no están al día con sus impuestos, calificarlos de evasores, inundarlos de notificaciones de cobros coactivos, amenazarlos con sanciones y obligarlos a presentar derechos de petición. Después de largos procesos, el ciudadano terminará pagando —tal vez la propia administración ha fomentado este tipo de evasión—.

¿Será posible que algún día tengamos una administración que se distinga por sus buenas acciones?

martes, 22 de julio de 2014

Odisea para cumplir con el horario de entrada al trabajo


Veintiséis kilómetros separan el Portal 80 de la calle 222 con carrera 55. Saliendo del portal a las 5:30 a.m., un vehículo particular tarda unos treinta minutos en completar el trayecto. Sin embargo, si se sale media hora después, el tiempo aumenta en quince minutos. Con una salida a las 6:30 a.m., el recorrido puede superar una hora y quince minutos. Si ocurre un accidente leve, habrá que prever aún más tiempo. Y, en caso de dos accidentes, el trayecto podría extenderse hasta dos horas.

¿Qué provoca que en tan pocos kilómetros el tiempo de viaje aumente tanto? En principio, la desorganización del tránsito: la entrada y salida de buses de Transmilenio en el Portal 80, la concentración de servicio intermunicipal que llega y sale de la estación, los autos mal estacionados en las vías y, en general, la anarquía presente en las calles. A esto se suman las eventualidades que surgen durante el trayecto hacia el trabajo.

Desde el Portal hasta la Avenida Boyacá, la duración de los semáforos varía cada día: algunos días son muy largos, otros parecen demasiado cortos. Algo particular ocurre cerca de la estación La Granja, donde los carros intentan entrar por la carrera 82, la cual está ocupada por contratistas de Claro, lo que intensifica la sensación de caos.

Con buena suerte, se llega a la calle 150, pero ahí comienza el verdadero calvario. En los cuatro carriles de la "Autopista Norte" se produce un embotellamiento debido a la convergencia de la zona vehicular, la línea de Transmilenio y dos carriles más en la vía paralela. Luego, el flujo vehicular aumenta con los dos carriles adicionales provenientes del puente de la calle 170, que se dirigen hacia el norte. En el puente peatonal del Portal Norte, los buses intermunicipales provocan un represamiento "autorizado", lo que ralentiza el tráfico a menos de diez km/h. Los esfuerzos de los agentes de tránsito para que los buses circulen resultan infructuosos. En cualquier momento, se puede observar un helicóptero sobrevolando la zona, ¿monitoreando el atasco? ¿El costo de cada vuelo mejora el tránsito?

Lo inaudito vuelve a aparecer con el irracional aumento del tráfico. Algunos buses intermunicipales regresan por el puente del centro comercial Santa Fe en busca de más pasajeros, realizando peligrosas maniobras desde el carril de salida de la estación hasta el carril externo de la autopista. Es necesario estar atento y contar con buenos frenos para responder ante estos conductores imprudentes.

El embudo se agrava donde termina la línea de Transmilenio: de seis carriles se reduce a tres, y suelen aparecer agentes de tránsito controlando la restricción o atendiendo algún accidente. A partir de ese punto, los retornos, lentos, alimentan el carril rápido, y para tomarlos se forman varias filas, lo que reduce aún más la velocidad.

Hasta aquí no hemos mencionado dos de los factores de riesgo más comunes: las motocicletas, que pueden aparecer por cualquier lado y, en muchas ocasiones, protagonizan accidentes; y los reductores de velocidad invertidos —es decir, los profundos huecos— causados por la falta de mantenimiento de las vías. Los daños que estos ocasionan a los vehículos deberían ser reconocidos por el Distrito Capital.

El escenario descrito bien podría ser el mismo en gran parte de la ciudad. Los eventos serían similares, la intervención de las autoridades de tránsito igualmente ineficaz, y los proyectos destinados a solucionar el problema seguirían estancados. Con certeza, las soluciones no se encuentran en las propuestas de los candidatos ni de los alcaldes que buscan permanecer en el cargo. Mientras tanto, los ciudadanos responsables, que tratamos de cumplir con nuestros horarios laborales, vemos cómo esto puede ser un factor determinante en la renovación de nuestros contratos.