Bogotá, o quizá la sabana, nos
ofrece a los habitantes de esta gran ciudad posibilidades
turísticas que están a la vuelta de la esquina. Una de ellas es la mina de sal
de Nemocón, si han visto fotos del lugar, es mas fascinante que
la impresión fotográfica, como sea quedaremos con ganas de volver.
Luego de un recorrido de unos 70
km (saliendo por autopista a Medellín) al noroeste de Bogotá, a
unos pocos de Zipaquirá está el objetivo de este texto, Las Minas
de Nemocón, localizadas en el municipio del mismo nombre, con unos
diez mil habitantes, muy amables y orgullosos de la mina de sal.
La visita se inicia con algo no
necesariamente relacionado con la mina, un museo de historia natural,
orientando el recorrido por un hombre con voz recia, amplificada y
que denota conocimiento del tema. La era que mas menciona es el
cretácico; una tarea para quien quiera corroborar los hechos
descritos por el guía.
Con cascos de minero se ingresa
por un túnel apuntalado con madera y eventualmente en las paredes algo
de sal, el ambiente puede que nos recuerde a las películas, en tanto
se adapta a la disminución de luz la sensación de seguridad
aumenta. Cuando terminan los escalones - un poco amplios - los
espacios se aumentan, usando luces de colores; azules, amarillos y
rojos, los ambientes parecen muy atractivos.
Uno de los lugares que
eventualmente impresiona a los visitantes es el conjunto de albercas
llenas de salmuera, que parecen espejos, y que bien fotografiados
producen imágenes muy atractivas, aquí se habla de las bondades de la
sal vigua, el turista se le permite interactuar, puede sumergir las
manos en esta salmuera y mas tarde verá lo que pasa.
En algunas sitios se hacen
homenajes a personajes (el mas destacado es Humboldt un erudito según el narrador), a plantas en
extinción, y a la tenacidad de quienes
cavaron la mina dejando huellas imborrables en cada pilar.
La religión también la
encontramos presente, con imágenes a la Virgen del Carmen y al Señor Caído en grutas iluminadas estratégicamente.
Para quien quiera usar el lugar
para eventos personales, hay un salón de actos, que a su vez lo
utilizan como sala de exhibición de arte, según la narración, también lo han
utilizado para eventos de música.
A pesar del deleite que significa
estar allí, nuestros cuerpos agradecerán volver a usar los
escalones, abandonando los 80 metros de profundidad y el olor
característico de la mina.
Del sitio también es destacable la
organización que tienen allí, una buena oferta de restaurantes,
destacable también los precios para ingreso a la mina, a mi juicio
un poco altos en comparación de otros de la misma categoría.
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