lunes, 10 de junio de 2013

BOYACÁ: inmensa variedad climática y turística


Del intenso calor de Puerto Boyacá al extremo frío de la Sierra Nevada del Cocuy, el Departamento de Boyacá se erige como una de las mejores opciones turísticas si la decisión va por el clima, pero si va por lo histórico: en el Puente de Boyacá, Pantano de Vargas o Villa de Leyva se encontrará que aprender; historia natural también puede hallar en Villa de Leyva, aunque si lo único que quiere es deleitarse con naturaleza; cualquier sitio es bueno, ahora que si lo religioso es lo suyo Chiquinquirá debería considerarlo.

Basílica Chiquinquirá
Ráquira















En los 23.102 km² de Boyacá es posible encontrar diversos pisos térmicos, quizá uno de los municipios con altitud más baja similar a la del mar (150 msnm), es Puerto Boyacá, excelente para quienes sus preferencias están por lo muy caliente, sobre el Rio Magdalena a un paso de Antioquia, de aquí podría pasar al clima frío de Chiquinquirá, municipio reconocido por su tradición religiosa refrendada por el Papa Juan Pablo II, arquitectura religiosa que apreciar en la Basílica Nuestra Señora de Colombia, Iglesia de la Renovación en el parque Julio Flórez (un escritor de la zona) y la Catedral en el Parque Guarín. En Chiquinquirá se puede encontrar artesanías en tagua, las guitarras y bueno los más importante su gente.

Con un ambiente algo diferente en otro lugar de la provincia de Ricaurte se puede disfrutar de Villa de Leyva, Santa Sofía, Ráquira y Tinjacá, cada uno con grandes atractivos, parte de la historia libertadora de Colombia fué escrita en la Villa y mucho de la historia natural del planeta tierra, los fósiles – dinosaurios petrificados - y especies que vivieron el cretácico. En Ráquira la alfarería como su principal atractivo y muy cerca de ahí el desierto de la Candelaria.

Puente de Boyacá
Más al centro del Departamento y llegando desde Bogotá, el Puente de Boyacá, un recuerdo de lo que hicieron otros más valientes que nosotros por algo de la libertad que hoy tenemos, Bolívar y los llaneros de la época en batalla con los españoles. Algo que se puede vivenciar más aun si vamos por el Pantano de Vargas – una escultura del maestro Arenas Betancur homenajea los hombres que lucharon por allí.

Pan de Azúcar




Con un poco más de sacrificio en el viaje se puede vivir una experiencia inolvidable en el norte, con los 300 km del Parque Nacional Sierra Nevada del Cocuy,  sus nombrados picos, Ritacuba Blanco, Ritacuba negro o el Pan de Azucar, las lagunas; Los Verdes o Laguna Grande de la Sierra, por las distintas altitudes que se alcanzan, diversidad también en la vegetación en la que predominan a 3000 msnm, los frailejones.

En el parque esta el otro extremo de temperatura del departamento por debajo de los cero grados centigrados y por encima de cualquier expectativa.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Minas de sal de Nemocón


Bogotá, o quizá la sabana, nos ofrece a los habitantes de esta gran ciudad posibilidades turísticas que están a la vuelta de la esquina. Una de ellas es la mina de sal de Nemocón, si han visto fotos del lugar, es mas fascinante que la impresión fotográfica, como sea quedaremos con ganas de volver.

Luego de un recorrido de unos 70 km (saliendo por autopista a Medellín) al noroeste de Bogotá, a unos pocos de Zipaquirá está el objetivo de este texto, Las Minas de Nemocón, localizadas en el municipio del mismo nombre, con unos diez mil habitantes, muy amables y orgullosos de la mina de sal.

La visita se inicia con algo no necesariamente relacionado con la mina, un museo de historia natural, orientando el recorrido por un hombre con voz recia, amplificada y que denota conocimiento del tema. La era que mas menciona es el cretácico; una tarea para quien quiera corroborar los hechos descritos por el guía.

Con cascos de minero se ingresa por un túnel apuntalado con madera y eventualmente en las paredes algo de sal, el ambiente puede que nos recuerde a las películas, en tanto se adapta a la disminución de luz la sensación de seguridad aumenta. Cuando terminan los escalones - un poco amplios - los espacios se aumentan, usando luces de colores; azules, amarillos y rojos, los ambientes parecen muy atractivos.

Uno de los lugares que eventualmente impresiona a los visitantes es el conjunto de albercas llenas de salmuera, que parecen espejos, y que bien fotografiados producen imágenes muy atractivas, aquí se habla de las bondades de la sal vigua, el turista se le permite interactuar, puede sumergir las manos en esta salmuera y mas tarde verá lo que pasa.

En algunas sitios se hacen homenajes a personajes (el mas destacado es Humboldt un erudito según el narrador),  a plantas en extinción, y a la tenacidad de quienes cavaron la mina dejando huellas imborrables en cada pilar.

La religión también la encontramos presente, con imágenes a la Virgen del Carmen y al Señor Caído en grutas iluminadas estratégicamente.

Para quien quiera usar el lugar para eventos personales, hay un salón de actos, que a su vez lo utilizan como sala de exhibición de arte, según la narración, también lo han utilizado para eventos de música.

A pesar del deleite que significa estar allí, nuestros cuerpos agradecerán volver a usar los escalones, abandonando los 80 metros de profundidad y el olor característico de la mina.

Del sitio también es destacable la organización que tienen allí, una buena oferta de restaurantes, destacable también los precios para ingreso a la mina, a mi juicio un poco altos en comparación de otros de la misma categoría.


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 Más fotos de Colombia

jueves, 3 de enero de 2013

Sierra Nevada del Cocuy

Ritacuba Blanco, Ritacuba Negro, Pan de Azúcar, Pico Puntiagudo, Parque Nacional El Cocuy: todos estos nombres evocan la majestuosa Sierra Nevada del Cocuy, también conocida como la Sierra Nevada de Güicán, dependiendo del municipio en el que nos encontremos. En cualquier caso, nos referimos a uno de los paisajes naturales más impresionantes de Colombia, ubicado en el departamento de Boyacá.

Para llegar a la Sierra desde Bogotá, es necesario recorrer unos 400 kilómetros por la carretera central del norte. El estado de la vía es envidiable hasta Duitama, pero a partir de ahí, algunos tramos podrían mejorar. No obstante, el trayecto se torna más llevadero gracias a los espectaculares paisajes y los pintorescos municipios que se encuentran en la ruta. Las cámaras podrán capturar las imponentes iglesias, que reflejan la profunda tradición católica de Boyacá. Además, una parada en estos municipios permitirá disfrutar de la deliciosa gastronomía local y de la amabilidad característica de los boyacenses.

A medida que avanzamos, observamos cambios notables en la vegetación, que transita desde las características de un clima templado hasta la flora del páramo, donde se destacan los erguidos frailejones. Siguiendo esta misma ruta, podríamos haber llegado al municipio de Cocuy.

Si el punto de partida es el municipio de Güicán, es posible hospedarse en un hotel familiar que ofrece buenas condiciones tanto en precio como en infraestructura. En el hotel también nos orientarán sobre la mejor manera de llegar a nuestro destino, ya sea Ritacuba o, como en nuestro caso, el Púlpito del Diablo y el Pico Pan de Azúcar. Allí mismo nos recomendarán la contratación de un guía, la renta de caballos y hasta detalles menores como el consumo de energéticos.

El recorrido puede iniciarse muy temprano por la mañana, con un suculento desayuno en las laderas de la montaña. A partir de allí, comienza el primer tramo, a caballo. Este tramo, aunque placentero, es arduo y puede resultar incómodo para quienes no están acostumbrados a montar. Durante dos horas, se cabalga entre frailejones, con el viento silbando a los lados y el agua de deshielo que desciende de las montañas, formando bellísimas lagunas.

El segundo tramo comienza tras las indicaciones del guía. Se inicia un ascenso a pie de aproximadamente 2.600 metros. La primera mitad del recorrido es especialmente dura, debido al rápido cambio de altitud, el terreno pedregoso y la inclinación, que en algunos momentos nos hace considerar la idea de regresar. Además, el mal de altura puede afectar a algunos por la disminución de oxígeno en el aire.

Cuando el Púlpito del Diablo y el Pan de Azúcar aparecen ante nosotros, sentimos que todo el esfuerzo ha valido la pena. El frío viento y el suelo pulido por antiguos deshielos nos reciben, mientras nuestras piernas, agotadas, parecen pesar más de lo habitual. Escuchamos el crujir de la nieve bajo nuestros pies y observamos a quienes se atreven a continuar el ascenso hasta alcanzar los 5.120 metros sobre el nivel del mar del Pico Pan de Azúcar. En la región, esta hazaña se conoce como “hacer cumbre”, según nos cuenta Carlos.

Podríamos quedarnos extasiados contemplando el paisaje por más tiempo, pero la realidad nos llama de vuelta.

Con el sol cayendo sobre nuestros rostros y montados nuevamente en nuestros cansados caballos, cerca de las cinco de la tarde, culmina una dura pero fascinante aventura.

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